México atraviesa una de las crisis más profundas de su historia reciente.
Un gobierno que prometió esperanza ha terminado por institucionalizar la mentira, destruir la confianza pública, desmantelar las instituciones, socavar el Estado de derecho, endeudar como nunca a cada mexicano, llevar la hacienda nacional a la quiebra.
Convirtió los recursos de todos en moneda de cambio político y en monumentos al capricho. Hoy, el país vive entre las ruinas de obras inconclusas, hospitales sin medicinas, escuelas abandonadas y caminos llenos de baches: baches en las calles, en la economía, en la salud, en la cultura, en la moral y en el alma misma de la nación.
Durante siete años, el régimen morenista ha pretendido gobernar con narrativa y no con resultados. Nos retiró el futuro, sustituyó las políticas públicas por propaganda y confundió apoyo con control. El país del bache se ha vuelto también el país del hartazgo: los mexicanos comienzan a levantar la voz porque no hay narrativa que tape el vacío del estómago, ni discurso que esconda el deterioro visible en cada esquina.
En este contexto, mi trabajo como diputado no se reduce a la presentación de iniciativas, puntos de acuerdo o posicionamientos legislativos que, por cierto, han sido numerosos y firmes, sino a un compromiso mucho mayor: mantener encendida la voz de la oposición, sostener con dignidad la congruencia de nuestras causas y reconstruir el sentido del deber público.
Desde la coordinación del Grupo Parlamentario del PRI en la pasada y la presente legislatura, he tenido el honor y la responsabilidad de fortalecer una bancada que no se doblega ante la imposición ni se rinde ante la mentira. Una bancada que debate con argumentos, que propone con visión y que defiende, sin titubeos, la idea más poderosa de todas: que México merece un futuro distinto.
Yo, como tú, y como la mitad, incluso la mayoría de los mexicanos, sumando a los decepcionados, aspiro a la recuperación del deteriorado sistema de salud; a contar con medicinas gratuitas; a una seguridad social eficiente y eficaz; a servicios públicos suficientes; a una educación libre de adoctrinamientos, a la altura de los retos que nos impone el mundo actual; al fomento de la cultura, a presupuestos equitativos y racionales, a instituciones electorales sólidas y democráticas; a la protección cada vez más amplia e irrestricta de los derechos humanos y, sobre todo, al respeto absoluto a la dignidad de cada mexicano: que no se nos mienta, que no se burlen de nosotros.
El país del bache necesita manos firmes, mentes claras y corazones valientes. A eso aspiro. En este informe encontrarás mi trabajo para lograrlo, la ruta que he tomado para servirte dignamente como representante de la nación.